El sábado 19 de octubre,
a las 20h, se celebrará una misa
en recuerdo por el primer aniversario
de la muerte del Padre Hilarino, M.S.C.
Recordamos las palabras que hace un año dedicaba el P. Manuel Rodríguez:
En las primeras horas del día 29 de octubre de 2015, después de una dolorosa enfermedad, pasó a la casa del Padre el P. Hilarino Valladares, M.S.C. Los últimos años de su vida los pasó en la residencia M.S.C. de Valladolid, donde estaba destinado debido a su enfermedad. Su llegada a Valladolid le costó bastante, ya que dejaba atrás muchos años de labor pastoral, algo que se había convertido en una segunda piel en él.
El P. Hilarino Valladares González, M.S.C., nació en Ambasaguas de Curueño, en León, el 28 de mayo de 1928. Fue alumno de la Pequeña Obra del Sagrado Corazón, el seminario de los MSC en Valladolid. Sus primeros votos como religioso los pronunció en Canet de Mar (Barcelona) el 8 de septiembre de 1948, al terminar el año de Noviciado. Tres años más tarde, ya en el Escolasticado de Logroño, hizo los votos perpetuos (8-IX-1951). Finalizando el tercer curso de Teología, fue ordenado sacerdote el día 12 de junio de 1954.
La vida del P. Valladares, pasados sus primeros años de sacerdote como responsable de la economía del seminario MSC, la Pequeña Obra, en Valladolid, fue eminentemente una vida de misión. La región de El Quiché, en Guatemala, conoció de sus labores apostólicas y de su preocupación por los indígenas que le habían sido encomendados. Fue el primer rector de la parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, en El Tesoro, en Guatemala capital. La misma labor apostólica pudo desarrollarla durante varios años en Argentina, en la capital, Buenos Aires, y en la zona norte del país, en la montaña, en la provincia de Córdoba.
Regresado a España, fue destinado en dos ocasiones diferentes a la comunidad de Valencia, como responsable de la parroquia de San Jerónimo, en un barrio frontero de la ciudad, Orriols, teniendo como iglesia un bajo destinado a almacén, pero que entonces le sirvió para poder atender a sus feligreses. En el espacio intermedio entre esos dos destinos estuvo trabajando en la provincia de Málaga, en estación Cártama, a unos pocos kilómetros de la capital. Su labor en ese lugar fue principalmente reorganizar toda la acción pastoral, completamente abandonada por la ausencia durante muchos años de un sacerdote que la atendiese. Fue muy grande, y fructuosa, su dedicación a la preparación de las catequesis entre los niños, visitando con mucha frecuencia los lugares de residencia de ellos y la escuela, y consiguiendo un grupo numeroso de catequistas que continuaron fieles en su labor cuando él se fue de allí.
En su primera etapa en Valencia admitió en su parroquia de San Jerónimo al Camino Neocatecumenal, prácticamente inexistente en la ciudad. En la actualidad, la presencia del Camino llena casi por completo toda la acción pastoral de la parroquia, en una iglesia de nueva planta y muy moderna, con todas las necesidades propias de dicho grupo para sus celebraciones. Son muchas las comunidades que se han formado en esa parroquia, y que siguen haciéndolo. Mientras su salud se lo permitió, siguió trabajando con las comunidades del Camino Neocatecumenal en Valladolid, a la vez que atendía el servicio religioso del hospital de San Benito Menni, cercano a la Pequeña Obra.
Una afición que parece ser que tuvo prácticamente en toda su vida fue el estudio de las hierbas medicinales. En Valladolid tenía un pequeño “huerto” en el jardín para poder sembrar y cultivar sus plantas. Y de ahí salían, muy bien preparadas con todo el cariño por él, las que se dieron en llamar “hierbas Hilarino”: una mezcla de buenas hierbas que agradaban y ayudaban a aliviar muchos males de todo tipo. Eran su santo y seña. Y eran también muy apreciadas y buena compañía en los finales de las comidas.
Tuvo también una segunda afición. Ésta, un tanto tardía, pero que le ayudó y llenó muchos espacios en los últimos años de su vida, cuando ya no pudo dedicarse a la labor pastoral: se trataba de la fotografía. Recopiló todas las fotografías que pudo, fotografió todo lo que se le puso delante…, y acabó organizando toda la historia de su familia y la suya propia; una labor difícil, larga…, pero que le ilusionó en esos años en que el tiempo a veces se hace eterno si uno no sabe “educarlo”. Se distinguió también por un marcado espíritu crítico en la realización de todas sus funciones.
Fue su vida una vida de trabajo, y en silencio. Y en ese mismo silencio nos dejó. En plena noche. Su llegada a la casa de luz del Padre coincidió con el amanecer de un día que ya no vivió en la tierra. Descanse en paz.
Manuel Rodríguez García, M.S.C.
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Buenas noches soy jorge valladares sobrino de hilarino. Vivo en Argentina y compartí sus últimos momentos en valladolid .Coincido con sus comentarios.